La cordillera pirenaica es una de las mayores cadenas montañosas de la península ibérica. Se localiza en el noreste peninsular y se extiende desde el Cap de Creus en el mar Mediterráneo hasta el golfo de Bizkaia en el mar Cantábrico. Su longitud E-O supera los 400 km y tiene una anchura máxima de 150 km en su parte central. Cuenta con numerosas cumbres que superan los 3000 metros de altitud, como el pico Aneto, el Posets o el Monte Perdido, y, aunque en continuo retroceso, con unos pocos glaciares menores. Se trata de la frontera natural de la península ibérica con el resto de la Europa continental.
Hacia el oeste, los Pirineos tienen continuidad con los Montes Vascos y la Cordillera Cantábrica, conformando así el eje pirenaico-cantábrico desde el Mediterráneo hasta Galicia a lo largo de unos 1000 km de longitud. Desde el punto de vista geológico, este eje pirenaico-cantábrico conforma una única estructura con un mismo origen ligado a la orogenia Alpina. No obstante, la falla de Pamplona se considera la separación entre el dominio pirenaico y cantábrico.
Los Pirineos muestran una estructura casi simétrica en la que las rocas más antiguas, fundamentalmente granitos y rocas metamórficas de edad paleozoica, afloran fuertemente plegadas en la zona central o axial de la cordillera. Sobre este basamento paleozoico se dispone de forma discordante toda la cobertura sedimentaria de edad mesozoica y cenozoica. Las rocas sedimentarias mesozoicas afloran rodeando la zona axial e incluyen una amplia variedad de litologías, destacando las de origen marino y las evaporitas por su papel como nivel de despegue de muchos cabalgamientos. Las rocas sedimentarias cenozoicas son fundamentalmente de origen continental y corresponden al relleno de las cuencas de antepaís al norte y sur, la cuenca de Aquitania y la del Ebro respectivamente, que se produjo durante el levantamiento de la cordillera.
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