Desde principios del siglo XX, cuando se construyen los primeros aeródromos en España, hasta la actualidad, sus superficies y sus características se han modificado sustancialmente. El rápido crecimiento del tráfico está ejerciendo una enorme presión sobre las infraestructuras aéreas, sobre todo en aquellos aeropuertos con una mayor importancia. Debido a ello, se realizan numerosas inversiones públicas dirigidas a sostener esa demanda, principalmente en aquellos aeropuertos más transitados.
En 1934, las dimensiones máximas de los aeropuertos de Barajas y de El Prat eran de 1400 x 1200 m. y 750 x 480 m. respectivamente. En ambos, una señal en el centro del campo servía de guía para los aterrizajes sobre la superficie sin pavimentar. Algunos hangares y un edificio central eran todas sus instalaciones. El número de vuelos nacionales o internacionales era muy reducido. En la actualidad, tras varias ampliaciones y mejoras sucesivas, ambos aeropuertos han multiplicado sus dimensiones, el número de terminales y el de pistas. Cuentan con modernas edificaciones para organizar tanto el tráfico de pasajeros como el de mercancías, que a su vez han experimentado un incremento espectacular. Las servidumbres sobre las áreas inmediatas (por los ruidos o el sobrevuelo) y las exigencias, en cuanto a conexiones rápidas y capacidad de acogida, también han aumentado. Su competitividad depende en buena medida de que puedan adaptarse a la demanda futura, previsiblemente más rigurosa en calidad y en medios.
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