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España, entre 1998 y 2006, ha vivido un auge inmobiliario sin precedentes. Los precios de las viviendas han experimentado un incremento medio anual continuado superior al 10%. La base está en el impulso ejercido por la demanda, gracias a la bonanza económica vivida, pero sobre todo, a las espléndidas condiciones de financiación ofrecidas por los bancos (créditos a muy largo plazo y con bajos intereses) para la compra. Esta tendencia parece haber cambiado a partir de 2007, cuando comienza a observarse cierta desaceleración.

Esta dinámica no ha permitido, sin embargo, un acceso generalizado a la vivienda. El precio elevado junto a la escasez de alquileres y la extensión del trabajo temporal, han constituido las principales barreras a la emancipación de los jóvenes y, recientemente, a la integración de los inmigrantes en las grandes áreas urbanas del país.

En el interior de la península, en las provincias más alejadas de las mayores regiones urbanas, es donde el incremento ha sido menor. En contraste, las zonas costeras del Sur y Este y las islas, han sido más dinámicas.