Los paisajes españoles, hasta la primera mitad del siglo XX, estaban organizados fundamentalmente en torno a la actividad agraria. Esta situación cambia drásticamente a partir de la segunda mitad de ese siglo, como consecuencia de la revolución “urbano-industrial” -durante los años centrales del siglo- y el “boom turístico” en las décadas posteriores, así como la evolución reciente hacia una economía cada vez más centrada en los servicios.
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