En algunas zonas muy húmedas, la permanente saturación de agua impide la presencia de oxíeno y dificulta la descomposición de la materia orgánica, por lo que ésta se acumula sin mineralizarse. Consecuencia de ello es la formación de turba y el característico color negro de los suelos resultantes. La foto, tomada en el Puerto de los Tornos en Cantabria, representa un ejemplo de este tipo de suelos turbosos.
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