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El mapa de la Unión Europea es el resultado de un largo proceso histórico, y todavía está abierto a la incorporación de nuevos países en el futuro. Después de la Segunda Guerra Mundial, en una Europa destruida y con la división del mundo en dos bloques, surge la idea de crear una organización supranacional en Europa. La profundización en la idea de Europa, como proyecto común, genera temores sobre la posible pérdida de poder que podría implicar, o los cambios de funcionamientos interno que podría inducir en los estados miembros. Por lo que algunos gobiernos, incluso hoy, todavía no han asumido determinados cambios, tal como sucede en el Reino Unido con su negativa para adoptar la moneda común. En líneas generales, durante los momentos de expansión económica se avanza en la integración europea, mientras que en tiempos de crisis existe una paralización de algunas políticas e ideas comunitarias.

Las consecuencias positivas experimentadas por los estados tras su integración en la UE, así como la propia evolución europea, explican que, desde su creación, ha sido progresiva la incorporación de nuevos países. Así, de los seis fundadores se ha pasado sucesivamente a la Europa de los Nueve, de los Diez, de los Doce, de los Quince, de los Veinticinco y de los Veintisiete. También hay países que no desean estar dentro de la UE (Noruega o Suiza), mientras que otros llevan años pidiendo su adhesión, como le sucede a Turquía.

Dentro de la UE existe una enorme diversidad desde el punto de vista natural, cultural, económico, demográfico, etc. A pesar de las políticas comunes, y de los intentos de la UE por reducir las diferencias, éstas siguen existiendo, e incluso se consolidan con la actual globalización económica, pero la profundización en la creación de una organización supranacional europea sigue siendo, de momento, un objetivo compartido.

En el seno de la Unión Europea se observan dos tendencias, que podrían parecer contradictorias pero que son complementarias. Por una parte, se promueven políticas para incrementar los vínculos entre los estados y, por otra, se fomentan políticas de descentralización en su organización interna, donde están cobrando una enorme fuerza las ciudades, las entidades locales y las regiones.