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Ciudades españolas

Ciudades españolas

El sistema urbano español, lo mismo que la morfología de sus ciudades, son el resultado de un largo proceso de urbanización que se inicia con los primeros núcleos indígenas anteriores a la conquista romana. La romanización significó la fundación de numerosas ciudades. Algunas se arruinaron con el tiempo, otras se acrecentarían con nuevos habitantes. En su mayor parte, sin embargo, las ciudades actuales provienen del impulso repoblador desarrollado a partir del siglo XI, cuando la reconquista avanza sobre las zonas ocupadas por los musulmanes. éstos, a diferencia de los grupos cristianos, habían desarrollado una importante cultura urbana de la que todavía quedan destacados restos en el sur peninsular. Durante la Edad Media, el modelo de ciudad amurallada, con plaza para mercado y arrabales exteriores se generaliza en España. Sus rasgos fundamentales se mantendrán prácticamente hasta finales del siglo XIX, cuando la revolución industrial impulsará fuertes transformaciones.

El ferrocarril hace posible la llegada de mercancías para el abastecimiento y el comercio desde lugares lejanos, y los nuevos medios de comunicación en el interior de las ciudades permiten su crecimiento, estimulado por la industrialización. En la ciudad moderna el centro histórico se densifica, aumentan las alturas de los edificios y se emprenden reformas interiores. Sucesivas leyes generalizan los Ensanches como solución al problema de residencia de la burguesía mientras, más allá de sus límites, se extienden los suburbios, donde las clases populares construyen sus propias viviendas en núcleos desordenados, carentes de agua o alcantarillado. La segregación urbana es progresivamente más rígida.

A mediados del siglo XX los cambios son muy numerosos. La fuerte emigración hacia las ciudades, iniciada en la década de los cuarenta, se realiza en condiciones muy precarias, sin que el escaso planeamiento desarrollado entonces, o las ordenanzas municipales, fueran capaces de paliar los problemas que estaban surgiendo: insalubridad, caos urbano o destrucción de zonas de gran valor histórico. Tampoco las políticas de promoción pública de viviendas consiguen dar alojamiento barato para los grupos más pobres, que se instalan en barrios de infravivienda en la periferia de las grandes ciudades.

El desarrollo económico alcanzado, la difusión del automóvil y la extensión de la vivienda en propiedad, consolidan el modelo de ciudad fragmentada y en altura a partir de la extensión de los polígonos de viviendas, con altos bloques abiertos. En gran parte, este crecimiento de las ciudades más dinámicas se realizará sobre los municipios inmediatos, formando áreas metropolitanas. Los núcleos menores ofrecían entonces suelo abundante y más barato, tanto para residencia como para industria. La ampliación constante del espacio urbano, creará ya en la actualidad, en muchos lugares, las llamadas regiones urbanas, donde la urbanización se dispersa sobre amplios territorios en los que se mezclan nuevos elementos como las urbanizaciones unifamiliares, nunca antes tan numerosas gracias a la popularización de las viviendas adosadas o los centros comerciales, junto a parques tecnológicos o parques de ocio perfectamente comunicados por autovías rápidas.

En el proceso de transformación de las ciudades españolas, es fundamental la llegada de los ayuntamientos democráticos, ya en la década de los ochenta del siglo pasado. En muchas se abordará la rehabilitación de los cascos históricos, casi arruinados o sometidos a procesos de renovación indiscriminada. También se realizan amplias operaciones urbanas destinadas a recuperar espacios degradados o poco funcionales, como antiguas zonas industriales ya en desuso, riberas fluviales o áreas vacías interiores. Algunas ciudades, para financiar estas reformas y mejorar su competitividad han podido aprovechar la organización de grandes eventos internacionales, como olimpiadas o exposiciones. Además, se enfrentarán al problema del chabolismo, remodelando barrios enteros en los que las viviendas de autoconstrucción serán sustituidas por modernos bloques. El planeamiento urbanístico se extiende a todas las ciudades españolas.

El modelo actual de ocupación urbana, caracterizado por la dispersión de actividades y población, ha agravado los riesgos urbanos y los problemas ambientales que ya existían, vinculados al elevado consumo de suelo, energía, agua y a la contaminación atmosférica. Junto a ellos hay que destacar las importantes dificultades provocadas por el aumento de las distancias y la exigencia permanente del uso del automóvil. Por último, el gran crecimiento reciente también ha contribuido a incrementar el precio de las viviendas, que dificulta a los grupos de menor capacidad adquisitiva, jóvenes, inmigrantes o ancianos, el alquiler o la compra en las ciudades más importantes.

En conclusión, el sistema urbano español se caracteriza por su carácter reciente y por sus fuertes desequilibrios. En él destacan tres aspectos:

  • En primer lugar, su relativa modernidad: Hasta 1960 la población urbana no superará a la rural. Entonces se consolidará la red urbana actual, condicionada por una industrialización deficiente y concentrada en pocos lugares. A partir de esos años, el territorio estará organizado fundamentalmente por las ciudades, quedando los núcleos rurales relegados.
  • En segundo lugar, la oposición entre las capitales y el resto de las ciudades: La organización del Estado en provincias, en el siglo XIX, y mediante Comunidades Autónomas en el XX, sentaron las bases de esta supremacía. La concentración en las capitales de funciones administrativas, económicas, sanitarias, educativas etc. impulsó a estas ciudades frente a otras.
  • Por último, los contrastes entre el interior y la periferia son muy marcados. En la zona central, Madrid destaca del conjunto de ciudades. Su condición de capital desde el siglo XVI le ha permitido consolidarse como la mayor ciudad del país, apoyada en una red radial de comunicaciones y en la reunión de las principales sedes del poder político, económico y social. En el litoral, las posibilidades abiertas por el comercio internacional y luego la industrialización, también han alentado el crecimiento urbano. En fechas más recientes el desarrollo del turismo ha insistido en esta dinámica, favoreciendo también los espacios insulares.
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