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A comienzos de los años 90 la agricultura española presentaba ya un nivel de mecanización muy elevado, superior en CV/ 100 hectáreas a la media europea. Desde entonces, ese índice ha seguido creciendo en coherencia con el descenso de activos agrarios y el desarrollo de nuevos regadíos -sobre todo subterráneos- muy exigentes en energía mecánica y muy dependientes de combustibles fósiles. A partir de 2003, año en el que el índice de mecanización alcanza casi los 350 CV/ 100 hectáreas, se aprecia una tendencia descendente, que podría estar motivada por la pérdida de intensidad de algunos cultivos herbáceos acogidos a programas agroambientales de la Unión Europea.