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Las políticas contemporáneas persiguen la reducción del volumen de residuos urbanos y, cuando es posible, su puesta en valor. Afortunadamente, la gestión de estos residuos está evolucionando hacia sistemas cada vez más respetuosos con el medio ambiente.

Gracias a ello, el vertido incontrolado (la simple acumulación en "basureros") está prácticamente en desuso, y la proporción de los residuos que se incineran sin recuperación de energía se ha reducido. En paralelo, se han ido consolidando la selección, el compostaje y la incineración con recuperación de energía. Así, por ejemplo, el 32% de los residuos gestionados se someten a un proceso de selección, y una parte de ellos se destinan luego al compostaje.

Por otra parte, el aumento de la recogida selectiva favorece la reutilización de productos diversos o su reciclado. Las tasas de reciclado de papel, vidrio y envases en España son bastante altas, aunque también se reciclan materiales de construcción, neumáticos, aceites, lodos de depuradoras, etc.

El resto de los residuos se deposita en vertederos controlados, diseñados para limitar al máximo la contaminación, aunque su proporción tiende a reducirse a medida que mejoran las demás técnicas y, por primera vez, se ha situado por debajo del 50% del total.