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La producción de electricidad en España ha crecido más de un 50 % en los últimos ocho años debido al aumento de la demanda, tanto por parte de las empresas como de las familias. La producción y el consumo de electricidad es, por tanto, un buen indicador del nivel de desarrollo económico y de bienestar social de un país.

La mayor parte se genera en centrales termoeléctricas, que consumen combustibles fósiles como carbón, petróleo o gas natural, para calentar grandes cantidades de agua y generar vapor a presión, con el que mueven turbinas que producen la electricidad. Dos tercios de la producción de energía eléctrica en España dependen aún del consumo de esos combustibles, que en su gran mayoría son importados y generan importantes emisiones de CO2 a la atmósfera. La energía producida en centrales nucleares representa otro 20 %, aunque su aportación se ha reducido debido a los problemas que supone el almacenamiento de residuos radioactivos, y la alarma social que eso genera.

En cambio, es todavía minoritaria la aportación de las energías renovables. Aunque generan menos impactos negativos sobre el medio ambiente, de ellas tan sólo se obtiene un poco más del 16 % de la electricidad. Existe actualmente un programa que busca incrementarlas en los próximos años, sobre todo aquellas energías aún muy poco desarrolladas, como la fotovoltaica o la relacionada con el uso de biocombustibles. Con ello se pretende mejorar la sostenibilidad y reducir la actual dependencia del abastecimiento exterior.