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La costa atlántica peninsular, desde el centro de Portugal hasta las proximidades del Estrecho de Gibraltar, es, en general, baja y arenosa. Los ríos descargan aquí una abundante carga de sedimentos, y el oleaje y las mareas se encargan, inmediatamente, de redistribuir esos materiales originando largas playas y extensos cordones o campos dunares a lo largo de todo el litoral. En ocasiones, esos arenales se interponen entre el mar y los estuarios de los principales ríos permitiendo la existencia de áreas de marismas de gran valor ambiental. El ejemplo más conocido es el de Doñana, en la desembocadura del Guadalquivir, cuyas marismas y dunas constituyen uno de los espacios naturales más relevantes de Europa. En la imagen se puede observar la gran extensión de las marismas del Guadalquivir, con su característico aspecto de final del verano, vistas desde el Parque Nacional de Doñana.