La historia medieval y moderna del territorio español está caracterizada en buena medida por la inestabilidad bélica continua. En respuesta a los enfrentamientos constantes, como ya antes ocurriera en los núcleos indígenas, romanos o musulmanes, las ciudades debían rodearse de murallas para aumentar su protección.
En algunos casos fue suficiente con mantener la fortificación previa, si ya existía, pero en la mayoría de las ocasiones, el crecimiento de los arrabales o su importancia estratégica, obligaron a ampliaciones y refuerzos constantes. Los ejemplos seleccionados ilustran la permanencia y evolución de este dispositivo defensivo.
Las consecuencias de las murallas sobre la ciudad han sido de dos tipos: