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Una de las formas de turismo que ha tenido mayor crecimiento en la última década es el turismo rural. Supone el desplazamiento hacia esas áreas de habitantes urbanos, durante periodos generalmente cortos y su alojamiento en casas rurales, apartamentos y hoteles rurales, centros de turismo, albergues o campings, a menudo para realizar diversas actividades complementarias (senderismo, cicloturismo, piragüismo, rutas a caballo…).

Su éxito puede explicarse por la convergencia de, al menos, tres tipos de factores, tal como se recoge en el diagrama.

En primer lugar, el aumento de los ingresos y el tiempo libre de muchos residentes en las ciudades que, ante el deterioro ambiental y el ritmo acelerado de la vida urbana, buscan en otro tipo de espacios una mayor tranquilidad y contacto con la Naturaleza. Al mismo tiempo, la necesidad de generar nuevos empleos no agrarios de carácter más diverso –sobre todo para mujeres y jóvenes- con el fin de frenar la emigración, planteó el interés para muchas áreas rurales de rentabilizar su patrimonio natural y cultural (paisajes, productos artesanos, gastronomía…), surgiendo nuevos emprendedores que han puesto en marcha pequeños negocios. Estas iniciativas se han visto, además, apoyadas por diversas políticas de desarrollo rural emprendidas por la Comisión Europea, el gobierno español y los gobiernos autonómicos (ayudas a la creación de nuevas empresas y la rehabilitación de viviendas rurales para alojamientos turísticos, campañas de publicidad y marketing, etc.).