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La Geria, LanzaroteLa Geria, Lanzarote

La Geria, Lanzarote

La aridez, unida a la sequedad ambiental de los suelos y a la existencia de extensas zonas cubiertas por depósitos volcánicos recientes, explican que amplias áreas de las tierras bajas de las islas orientales de Canarias presenten un paisaje agrario caracterizado por el predominio de pobres y abiertos pastizales esporádicos, dedicados a la ganadería extensiva de caprino, y por aleatorias sembraduras de cereal en los años menos secos. Contrastan en este panorama, las gavias aterrazadas en las inmediaciones de algunos barrancos, con cultivos regados y palmeras, frecuentes en Fuerteventura, o los terrazgos empiconados de Lanzarote. En esta isla se encuentra el singular y hermoso paisaje de La Geria (en la fotografía), uno de los más característicos del Archipiélago. Su origen se encuentra en la necesidad de aprovechar las amplias extensiones recubiertas por las arenas (lapilli) , emitidas en las erupciones volcánicas de Timanfaya. El campesino lanzaroteño comprobó cómo las plantas que habían quedado parcialmente cubiertas de picón o arena, tenían un desarrollo más favorable. De ahí surgió la idea de excavar la capa superficial, hasta encontrar el suelo enterrado y realizar allí la plantación, mayoritariamente de viñas, y, en menor medida, de otros frutales, como higueras.

Los hoyos así realizados, en forma de pequeños conos, se suelen proteger del viento con un pequeño muro. Se calcula que en cada hectárea pueden existir de 250 a 350 hoyos, de- pendiendo de su profundidad, siendo aproximadamente 2.300 las hectáreas dedicadas al cultivo de la vid. Las características del lapilli permitieron mantener cultivos de secano, en una zona con una pluviometría anual que no supera los 150 milímetros. Ello es posible gracias a que este material volcánico reúne una serie de propiedades, tales como su capacidad de absorber y conservar la humedad, tanto de la lluvia como la ambiental. Asimismo, permite una mayor absorción del agua de las precipitaciones, facilitando la infiltración y evitando la erosión. Además, el picón actúa como aislante, evitando las pérdidas de agua por evaporación, y manteniendo constante la temperatura de la tierra vegetal.

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